Quiero cantar marinera
a ti ¡MUJER! del Perú...
Que cuando baila se encanta
si no hay nadie como tú.
Tú bailas con tanta gracia
con ¡SALERO!
y emoción...
Por eso que haz provocado
el mito de esta pasión...
La magia de tu sonrisa
tu fuerza y gran corazón
y tu irradiante belleza
dones que te ha dado Dios...
Tienes todo el encanto
de esta tierra que es el Perú
por eso es que con orgullo
quiero cantar
¡ERES EL ORGULLO DE MI TIERRA!
cuando bailas una marinera
tú bailando pintas los colores
rojo y blanco de esta mi bandera.
Cuando yo te canto
con guitarra y con cajón
quiero gritar tan fuerte
con todita la emoción
NADIE COMO TÚ!.
- Marinera - Carlos Ardiles - Los Ardiles
Por encontrarme en Trujillo, mi primer escrito será sobre la marinera, uno de los bailes más bonitos que tiene mi Perú, (y particularmente uno de los que más me gustan).
Puedo decir que en el transcurrir de los últimos años ha hecho que esta danza se nacionalice y difunda de forma acelerada, la cual al querer llamar cada vez más la atención se ha ido estilizando y modificando. Hace algún tiempo me quejaba de esto, pues me decía a mí misma, "al final el baile está perdiendo la esencia del entre tú y yo, para convertirse en las coreografías que hoy vemos”, pero uno tiene que aceptar que el cambio es inherente en el ser humano que todo se renueva y se modifica, pues no podemos quedarnos en el pasado, y que en esencia sigue siendo aquel baile que enamora, donde la mujer manda (y no es que sea feminista, pero es así), y el hombre la sigue, es ella quien decide qué se hará en el baile, mientras que el hombre se adapta a ella, y trata de conquistarla.
¿Pero qué se siente cuando se baila?, y en especial Marinera; se preguntaran muchos, yo personalmente me siento como si fuera otra, y no la misma Nelly que camina todos los días hacia la universidad, o aquella que se sienta en la carpeta de un aula a escuchar clase; cuando bailo definitivamente me siento diferente, pero al mismo tiempo sigo siendo la misma, demostrando naturalidad al expresar lo que uno lleva dentro y dándolo a conocer durante los cinco minutos que dura el baile (porque definitivamente la sociedad nos limita a estar expresando lo que sentimos a toda hora), es esa sensación, esas ganas de relucir todo lo que uno lleva dentro, lo que incita a sonreír, a coquetear, a andar con gracia y galantería tanto al hombre como a la mujer.
Hace unos días le pregunte a mi amiga Malú: ¿Qué piensas o imaginas cuando bailas?, ella me respondió: “Hay ocasiones en que si estoy en una coreografía pienso en las secuencias de esta y no me olvido de sonreír, pero cuando bailo en pareja sólo me dejo llevar por la música y muchas veces me preguntan ¿Cómo te salió ese paso?, vuélvelo a hacer, y yo simplemente no puedo porque es algo que surge del momento”.
Muchos de los bailarines experimentamos esto al bailar, al no recordar cómo es que creamos un paso o una expresión, es ahí donde se dice que nos invade el duende superando a la musa inspiradora, como decía Federico García Lorca “El duende es un poder y no un obrar, es un luchar y no un pensar. Yo he oído decir a un viejo maestro guitarrista: "El duende no está en la garganta; el duende sube por dentro desde la planta de los pies". Es decir, no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto.
Ya para terminar la pregunta es: ¡¿Cuántas veces te ha invadido el duende?!
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